Presentamos el tercer artículo de la serie “Cuéntanos tu historia”, dedicado a Hijos de Pablo Esparza, empresa fabricante del conocido “Anís Las Cadenas” y una curiosa mezcla de tradición y modernidad. Basta con franquear la puerta de sus oficinas centrales para darse cuenta de que el pasado y el respeto escrupuloso a unos procesos de fabricación cuasi-artesanales tienen una fuerte presencia en la vida diaria de esta compañía. Un pasado que se entremezcla con evidentes rasgos de modernidad y con unas enormes ganas de garantizar el futuro a un negocio que ya está en manos de la quinta generación. Muchas gracias a Mª Cristina y Mª Sagrario Esparza por su amabilidad y por transmitir con pasión la historia económica de su familia.
Talento, vocación y trabajo: los comienzos de la actividad licorera
En 1872 el matrimonio formado por Pablo Esparza y Velázquez de Carvajal y Eufemia Bornás tenía fijada su residencia en la Ribera de Navarra, concretamente en el pueblo de Falces. El cabeza de familia poseía allí viñedos y otras tierras de labor y, como actividad complementaria a su trabajo como comerciante, comenzó a producir vino, aguardiente y anisados.
Su talento para desarrollar esta nueva ocupación debía ser evidente, puesto que en poco tiempo logró posicionar sus caldos como productos de calidad. Prueba de ello es que en 1884 uno de sus vinos, de la cosecha de 1882, fue elegido para servirse en la comida oficial que la Diputación Foral ofreció a Alfonso XII en su visita a Navarra. Todo un logro para un profesional que estaba comenzando a dar sus primeros pasos.
Eufemia
Bornás y Pablo Esparza, fundadores de Hijos de Pablo Esparza
Atemorizados por la epidemia de cólera que afectó al sur de Navarra en 1885, el matrimonio Esparza y sus tres hijos -Teófilo, Pedro y Laura- cambiaron su residencia a Villava, localidad situada en los alrededores de Pamplona. Pablo continuó allí con su actividad vinatera y con la preparación de anís. Este producto se convirtió pronto en la elaboración “estrella” de su establecimiento. Según la tradición familiar, un peregrino a Santiago alojado en casa de los Esparza para recuperarse reveló al patriarca la fórmula del anís, con sus peculiaridades, tiempos de maceración y proporciones exactas de ingredientes naturales.
Fuera como fuese, lo cierto es que ha habido mucho esfuerzo detrás de esa revelación. Tras la llegada de la familia Esparza a Villava, el trabajo se reanudó en los almacenes de la “Casa de la Victoria”, como se denominaban los establecimientos que Pablo adquirió a Esteban Armendáriz en esta población.
El primer relevo generacional
Los dos hijos varones del matrimonio Esparza, Teófilo y Pedro, fueron haciéndose poco a poco con las riendas de la empresa familiar. Formados en el día a día de la compañía, ambos llegaron a conocer muy bien los entresijos técnicos y comerciales del negocio. El mayor de ellos, Teófilo, instaló un laboratorio en las nuevas oficinas de Villava al poco de asentarse en ellas. Pretendía perfeccionar y proporcionar mayor calidad a la fórmula “magistral” para la elaboración de anís que la familia guardaba como un tesoro.
La fabricación de anís embotellado y etiquetado se inició pronto, del mismo modo que los reconocimientos a la calidad de este producto. El primer premio que la familia conserva es de 1909 y se obtuvo en la Exposición Internacional de Productos Alimentarios, de Higiene, Hortícolas y Vinícolas de Lyon. Desde entonces, se han sucedido muchísimos más. Una década más tarde, en 1919, se lanzó al mercado la marca “Anís Las Cadenas”, que todavía continúa siendo el puntal y el eje vertebrador de la empresa.
Un año antes había fallecido el fundador. Sus dos hijos varones suscribieron un protocolo que contemplaba una rigurosa alternancia de ambos en la dirección del negocio y la constitución de una sociedad regular colectiva. Como el relevo era anual, tanto Teófilo como Pedro Esparza Bornás debían estar muy al tanto de las decisiones tomadas por el otro y de los detalles de un negocio que iba creciendo poco a poco. Aparte de a la fabricación de anís, licores y vino, Hijos de Pablo Esparza también se dedicaba a la venta de aceite, coñac, ron, moscatel, vermut y anisados, además de ejercer como estafeta de correos y sucursal de varios bancos. Todas estas actividades ajenas a la mera fabricación de vinos y licores se mantuvieron hasta finales de la década de los años sesenta.
Pedro Esparza murió en 1939. Para entonces su hijo mayor, Pablo Esparza Lacunza, ya llevaba más de una década trabajando en la bodega.
Tras los obstáculos afrontados durante la Guerra Civil para mantener activa la empresa, llegó la dura posguerra con sus carencias, sus racionamientos y la enorme dificultad para obtener materias primas. En esa etapa de cambios internos y de grandes retos externos por las circunstancias socioeconómicas, se tomaron dos decisiones muy relevantes para el futuro de la compañía. Por una parte, su fusión en 1940 con Bodegas Navarras, S.A., firma especializada en la producción de vino y champán; y por otra, la apertura a nuevos mercados de la mano de unas innovadoras campañas publicitarias.
Bajo la renovada denominación social de Hijos de Pablo Esparza, Bodegas Navarras, la empresa delegó la gerencia en un consejo que contaba con representación de las dos partes implicadas. En 1956 Pablo Esparza Lacunza asumió la dirección única del negocio y se hizo con una proporción destacable de la propiedad. Poco antes su madre, Prudencia Lacunza, había comprado a su cuñado Teófilo sus acciones en la empresa. Los otros hijos de Prudencia recibieron participaciones variables: Josefina fue titular de un tercio de la compañía, mientras que Miguel tuvo una presencia solo testimonial. Rosario y Alfonso, por su parte, no tuvieron ninguna representación en el negocio. De esta forma, la línea sucesoria se fue decantando hacia una sola rama de la familia.
En las décadas de los años cuarenta, cincuenta y sesenta el anís Las Cadenas compartió protagonismo en la fábrica de Villava con el Champán Ezcaba. La elaboración de este producto, heredado directamente de Bodegas Navarras, requirió llevar a cabo algunos cambios: se construyó un nuevo pabellón para dar cabida a las cubas y un miembro de la familia se trasladó a Francia para formarse en la producción y propiedades del champán.
A pesar de los esfuerzos realizados tras cuarenta años de elaboración ininterrumpida, su fabricación cesó por limitaciones en el suministro de la uva garnacha con la que se elaboraba y por su exiguo margen comercial. La última tirada de Champán Ezcaba salió al mercado en 1966. Todavía hoy varias de estas botellas descansan en el recinto donde se depositaron hace ahora cincuenta años.
Por mediación de Javier Goñi, casado con Josefina Esparza, la empresa puso en marcha campañas publicitarias a mucha mayor escala que los modestos anuncios para la prensa local que hasta entonces se habían promovido. De la mano de la agencia de publicidad Azor, impulsada por las principales empresas de anisados y licores del país, el Anís Las Cadenas y el Champán Ezcaba comenzaron a aparecer en diarios y revistas nacionales con textos e ilustraciones realizados por reconocidos artistas y escritores, como Manolo Prieto o el propio Camilo José Cela. Todo un avance desde el punto de vista comercial que supuso la apertura a nuevos mercados.
Nuevos gustos, nuevos productos
Pablo Esparza Lacunza falleció en 1968. Cuatro años antes su hijo, Pablo Esparza Apat, se había incorporado a la empresa para familiarizarse con el negocio. Ingeniero industrial y doctor en Química, el nuevo director comenzó a plasmar sus conocimientos técnicos en la compañía. Poco a poco fue introduciendo cambios que permitieron aumentar la capacidad de fabricación y elaborar nuevos productos. Mecanizó los procesos de embotellado, etiquetado y trasiego de líquidos, modificó el diseño de las botellas de anís y en 1972, coincidiendo con el centenario de la empresa, lanzó al mercado el Pacharán Basarana.
Un detallado conocimiento del proceso de elaboración de anisados, una cuidada selección de materias primas y la ausencia de aditivos o de elementos que no sean totalmente naturales han sido desde los inicios los sellos distintivos de este nuevo producto. Para su maceración se reutilizaron las instalaciones que hasta hacía poco tiempo habían cobijado las cubas de champán. El Pacharán Basarana fue acogido con interés por el mercado y, desde sus comienzos, ha acumulado numerosos premios y reconocimientos en todo tipo de encuentros y certámenes internacionales.
La muerte prematura de Pablo Esparza Apat, en 1986, obligó a su viuda, Mª Victoria Cuesta, a tomar decisiones relevantes sobre el futuro de la compañía. Como depositaria y única conocedora de la fórmula del anís que ha hecho distintiva a la marca Las Cadenas, Mª Victoria se formó para ejercer como “anisettière”. En la actualidad, ella sigue siendo la responsable de mezclar las materias primas en las proporciones exactas para garantizar la calidad del producto final.
Mientras los integrantes de la quinta generación se preparaban para asumir la dirección del negocio, la gerencia recayó en un gestor externo que se mantuvo hasta 2002. Fueron estos unos años complicados por la evolución de los gustos de los clientes potenciales, que cada vez solicitaban bebidas más novedosas y sofisticadas. Para satisfacer esta demanda, en 1991 se creó una nueva línea de licores de frutas y en 1994 se comenzó a comercializar el licor de endrinas.
En esta etapa también se apostó por el mercado extranjero. Aunque las primeras exportaciones de la empresa se llevaron a cabo a comienzos de los años cuarenta, fue con el nuevo milenio cuando se consolidaron. La venta exterior de licores y bebidas espirituosas resulta siempre complicada, por las elevadas tasas que gravan estos productos y por las diferencias en las preferencias de los consumidores entre unos países y otros. No obstante, naciones de habla hispana como México, Venezuela o Chile resultaron ser mercados receptivos a las marcas de Hijos de Pablo Esparza. Desde entonces, mantener y ampliar las exportaciones ha sido una prioridad para la empresa que, en la actualidad, vende sus elaboraciones en quince países.
Quinta generación y retos de futuro
Con el cambio de milenio, Mª Sagrario, Mª Cristina y Pablo Esparza Cuesta fueron incorporándose poco a poco a la compañía. En 2002 la dirección recayó en Mª Cristina quien, tras ejercer en negocios de otros sectores, se había unido a Hijos de Pablo Esparza en 1999.
Los tres integrantes de la quinta generación afrontan su trabajo con la responsabilidad de tener en sus manos un legado de más de 140 años y con la obligación de hacerlo durar. Las circunstancias actuales no son fáciles. La devastadora crisis económica que ha afectado al mundo occidental desde hace ocho años ha hecho mella en un sector cuyas ventas en España se han reducido en un 42%. De cara al futuro, la palabra “adaptación” es la que mejor refleja las estrategias de las compañías pequeñas y medianas que, como Hijos de Pablo Esparza, no han sucumbido a las ofertas de compra de las grandes multinacionales del ramo.
Una adaptación que, sin duda, pasa por seguir apostando por la calidad, la diversificación de productos, la búsqueda de nuevos mercados y la transparencia. Para hacer frente a esta hoja de ruta, la compañía fabrica según la norma ISO-22.000 y se somete voluntariamente a todo tipo de auditorías internas y externas. La información obtenida de estos procesos de introspección se utiliza para reorientar la estrategia, conocer mejor a los clientes, tomar decisiones y relacionarse con los grupos de interés.
En los últimos años se han unido al listado de productos tradicionales de Hijos de Pablo Esparza otros, como los orujos de hierbas o el whisky pêche. También se han incorporado cambios evidentes en los envases y se ha modernizado el proceso de producción. Estas transformaciones, que deben hacerse de manera constante, requieren acometer importantes inversiones que, en la actualidad, se asumen con cautela pero con la energía que aporta creer en la herencia del pasado y en el futuro.
Ante la pregunta de a qué achaca la longevidad de este negocio, Mª Cristina responde con ironía: “a que los Esparza nos hemos reproducido poco”. Es cierto que la línea de sucesión ha estado definida desde casi los comienzos hacia una sola rama de la familia, y también que la designación del director no ha supuesto nunca problemas graves. Sin embargo, esta claridad en la herencia y en la gerencia, que no debe perderse jamás, no habría bastado para dar continuidad a la empresa durante más de 140 años si no hubiera habido detrás mucho trabajo, compromiso con los empleados, prudencia en la gestión y voluntad por mantener e incrementar el legado recibido.