viernes, 27 de mayo de 2016

Cuéntanos tu historia

Te recordamos que si conoces alguna empresa que tenga cincuenta o más años de edad, puedes ponerte en contacto con nosotros para que contemos su historia (cerro@centennial.es). Lo haremos encantados.

Nos gustan los negocios y las compañías que tienen detrás una larga trayectoria de trabajo, sacrificios, aciertos y, por qué no reconocerlo, también algún que otro error. Su ejemplo puede resultar inspirador y muy útil para los emprendedores que ahora están dando sus primeros pasos.

Te damos la palabra, TÓMALA...


Fuente: http://www.publicdomainpictures.net/view-image.php?image=2905&jazyk=ES

lunes, 16 de mayo de 2016

Grupo Mutuavenir: 111 años caminando sobre “seguro"

Abordamos la segunda entrega de la serie “Cuéntanos tu historia” con un artículo sobre el Grupo Mutuavenir. Una organización que, más allá del juego de palabras que encabeza este post, ha sabido moverse con soltura en un sector muy competitivo y complicado como es el de los seguros. Se trata de una longeva apuesta por la solvencia basada en unos valores muy sólidos. Muchas gracias a Pedro Osácar, director general del grupo, por su disponibilidad y útiles comentarios sobre el presente y el futuro de la empresa.

El origen: la Mutua de Seguros de Pamplona

Varios empresarios del ramo de la construcción, liderados por Martín Loydi Unsain, se dan cita en el Círculo Mercantil e Industrial de Pamplona, en la céntrica Plaza del Castillo de la capital navarra. Es finales de enero de 1905 y se reúnen para firmar los estatutos de constitución de la Mutua de Seguros de Pamplona, sociedad matriz de lo que hoy es el Grupo Mutuavenir.


Martín Loydi Unsain, primer presidente de la Mutua de Seguros de Pamplona

Con esta iniciativa pretenden hacer frente de manera mancomunada a las obligaciones que la Ley de Accidentes de Trabajo, de 30 de enero de 1900, planteaba a los propietarios de las empresas. Por primera vez, la legislación española reconocía la responsabilidad directa de los patronos en los accidentes sufridos por sus empleados. Aparte del pago de una indemnización, los empresarios también debían facilitar “asistencia médica y farmacéutica al obrero” hasta que pudiera regresar a su puesto de trabajo.

En su artículo 12, la Ley contemplaba la oportunidad de sustituir estas obligaciones por un seguro “hecho a su costa en cabeza del obrero de que se trate (…), en una sociedad (…) debidamente constituida”. Loydi y sus compañeros en la Mutua de Pamplona pretendían acogerse a esta posibilidad y responder, mediante una organización estable, a los riesgos de accidente laboral que entrañaba el desarrollo de sus respectivos negocios.

A comienzos del siglo XX Pamplona era una ciudad con poco más de 30.000 habitantes que vivía encorsetada por sus murallas. Aunque la construcción del Primer Ensanche y el consiguiente derribo de dos de sus baluartes se habían iniciado algunos años antes, la necesidad de romper radicalmente con estas barreras era cada vez más acuciante. El espacio urbano estaba animado por pequeños negocios y varios comercios, mientras que las empresas más grandes, todavía muy escasas, se situaban por lo general extramuros.

La mayor parte de las empresas tenían un tamaño reducido y, para sus propietarios, hacer frente a las nuevas exigencias que marcaba la Ley resultaba muy oneroso. La fórmula mutualista, en la que los riesgos y los pagos se comparten, se planteaba como una magnífica posibilidad para superar esta barrera.

Herederas directas de las cofradías, gremios y montepíos de origen medieval, las mutuas carecían, por definición, de ánimo de lucro y por esta razón no estaban sujetas al Código de Comercio. Su referente legal era la Ley de Asociaciones.



Reunión de mutualistas


Durante sus primeros años de vida, la Mutua de Pamplona tuvo una evolución lenta: las reservas crecían despacio y los márgenes eran muy ajustados, aunque la ausencia de grandes siniestros permitía la continuidad de la organización. A partir de 1932, la legislación impuso primas comerciales mínimas a todas las entidades aseguradoras. Ello dio una dimensión renovada al negocio, que comenzó a contar con un patrimonio estable y creciente.

Cambios sustanciales y segregación de Mutua Navarra

Poco a poco la Mutua fue ampliando su gestión a otros ramos. Una de las diversificaciones más importantes llegó en plena posguerra: la Ley de 14 de diciembre de 1942 estableció en España el seguro obligatorio de enfermedad y esta circunstancia abrió un nuevo campo de trabajo. Por entonces, la Mutua de Pamplona contaba ya con un interesante fondo de comercio formado por pequeños empresarios, que eran quienes debían adquirir los seguros de enfermedad a nombre de sus empleados. 

En marzo de 1948, la Junta tomó la decisión de extender su actividad a los ramos de incendios, accidentes individuales y cristales. Este incremento de áreas de trabajo permitió a la Mutua crecer y consolidar su cometido durante los años cincuenta y sesenta. 

A mediados de esta última década tuvo lugar un cambio fundamental en la legislación que regía el seguro de accidentes laborales. Un Decreto del Ministerio de Trabajo de 24 de noviembre de 1966 obligó a la integración de este ramo en el régimen de Accidentes del Trabajo y Enfermedades Profesionales de la Seguridad Social, entidad creada tres años atrás. A partir de entonces las mutuas patronales de accidentes tenían la posibilidad de colaborar con esta institución, pero limitando su actividad a ese único cometido. 

Para adecuarse a este requisito legal, se produjo una segregación interna en la Mutua de Pamplona. La empresa escindida (actual Mutua Navarra) asumió los ramos de accidentes laborales y enfermedades profesionales y se convirtió en una entidad delegada de la Seguridad Social. La Mutua de Pamplona, por su parte, continuó gestionando las áreas que no se habían visto afectadas por esta escisión legal.

Crecimiento y reestructuración del sector

Privada de su actividad original, la Mutua de Pamplona tuvo que ingeniárselas para dotar de contenido su trabajo en un entorno económico relativamente hostil. La crisis que afectó a los países occidentales desde 1973 se dejó sentir en el entorno local dos años más tarde.

En ese ámbito de inestabilidad, la Mutua adoptó una política prudente que daba prioridad a la solvencia frente al crecimiento, sin perder nunca de vista las nuevas oportunidades que iban surgiendo en el mercado. A ello hay que añadir una estricta selección de riesgos, el control del gasto y una gestión óptima del patrimonio. Los resultados de esta estrategia se comunicaban anualmente a los mutualistas en unas masivas juntas, convertidas en verdaderos actos sociales en la capital navarra.


Una enorme cola bordea el edificio donde va a tener lugar la Junta anual de la Mutua (1977)

A finales de la década de los setenta, la Mutua consolidó considerablemente sus fines estatutarios, al recibir autorización para operar por toda España y ampliar su actividad a los seguros de robo, combinado incendio-robo y responsabilidad civil. Los años ochenta fueron decisivos para el ramo asegurador en España. En ellos se fraguó un nuevo marco legal que implicó un riguroso control oficial de los niveles de solvencia y garantía mínima de las entidades. 

La competencia también se incrementó mucho por la diversificación de los grupos bancarios hacia actividades aseguradoras, así como por la creciente presencia de capital extranjero en el sector. Estas nuevas reglas del juego propiciaron el incremento medio del tamaño de las unidades, ya que muchas sociedades y mutuas desaparecieron al ser integradas en grupos cada vez más potentes. La Mutua de Seguros de Pamplona no fue ajena a esta tendencia. Entre enero de 1983 y octubre de 1994 absorbió cuatro entidades de su entorno y de la capital: la Mutualidad Comercial de Incendios de Bilbao, la Vitoriana Sociedad de Seguros Mutuos, la Sociedad de Seguros Mutuos de San Sebastián y la Mutua Mercantil e Industrial de Madrid. 

Este evidente incremento de su tamaño se vio además acompañado por la incorporación de nuevas modalidades aseguradoras: los seguros multirriesgo-hogar, combinado de edificios y comunidades y pérdidas pecuniarias diversas, en 1983. Los seguros de averías de maquinaria, ordenadores y equipos electrónicos y multirriesgo industrial para PYMES, en 1986. Y los multirriesgo de construcción y comercio, en 1987. 

También en los ochenta, la Mutua cambió su sede social. Del mismo modo que las casas privadas son fiel reflejo de la personalidad y el poder adquisitivo de sus ocupantes, los domicilios sociales proyectan la cultura de las empresas a las que acogen y su potencial económico. La Mutua de Seguros de Pamplona había pasado por distintas ubicaciones hasta que, en marzo de 1948, adquirió un céntrico y emblemático edificio en la capital navarra diseñado por el reconocido arquitecto Víctor Eusa. Tras tres décadas en el mismo establecimiento, a finales de los setenta se acordó demoler las antiguas instalaciones y sustituirlas por una construcción de siete plantas y factura mucho más moderna, acorde con los nuevos retos que la entidad estaba asumiendo. El edificio se inauguró en septiembre de 1981. 

Tan solo seis años después, en 1987, se produjo un incendio en la nueva sede social, que afectó a la primera planta. Aunque no hubo que lamentar daños personales, las pérdidas patrimoniales y documentales fueron importantes. Sin embargo, la entidad “resurgió rápidamente de sus cenizas” y continuó respondiendo a las necesidades de sus asegurados como siempre lo había hecho hasta entonces.



Pasado y presente: primera sede social y edificio actual de la Mutua de Seguros de Pamplona


El Programa Mutuavenir y los retos del nuevo milenio

La Mutua inició la década de los noventa con un proceso de reflexión estratégica que se plasmó en el llamado “Programa Mutuavenir”. En un marco de aceleración de la competencia, exceso de oferta y abaratamiento sistemático del precio de los seguros, sus responsables decidieron tomarse un tiempo para diseñar el tipo de negocio que querían ser y para identificar sus potencialidades de crecimiento. En el trasfondo de esta estrategia estaba la voluntad de expandirse a otros sectores, generar sinergias para ofrecer un servicio más amplio a los mutualistas y, a su vez, captar nuevos clientes.

Fruto de esa reflexión fue la constitución del Grupo Mutuavenir. Su nombre es una combinación de palabras que alude al espíritu mutualista de antaño y a la vocación de permanencia, de continuidad, que se recoge en el galicismo “avenir”: el futuro, el porvenir, lo que está por llegar.

La experiencia de diversificación ha resultado muy positiva. Sobre todo porque ha permitido consolidar de manera progresiva un cuño moderno, con “pegada”, que ha llegado a eclipsar la denominación tradicional. Aunque la frase “Mutua de Seguros de Pamplona” continúa formando parte de la denominación social, desde 2008 Mutuavenir ha pasado a ser el título sobre el que pivotan la entidad y la marca.

Ese futuro que forma parte de su nombre se presenta, por definición, incierto y lleno de interrogantes. Y es que sobrevivir en el ramo asegurador no es tarea fácil. Se trata de un sector muy maduro, en el que es difícil destacar si no es por precio. Tradicionalmente, la Mutua ha sacrificado el crecimiento rápido a favor de la solvencia. Es consciente por tanto de que, por su reducido tamaño, tiene que adoptar estrategias de nicho y desarrollarlas con fuerza e imaginación para competir con las grandes entidades del sector. En los últimos años, por ejemplo, el grupo ha dado mucha importancia al impulso de elementos estructurales, como la tecnología de factura propia para mejorar su eficiencia y su posición competitiva frente a los canales de distribución.



Pedro Osácar, director general del Grupo Mutuavenir



Presente, pasado y futuro: algunas claves de supervivencia

Pedro Osácar, director general de Mutuavenir, conoce bien el pasado de la sociedad, gestiona su presente y diseña su futuro. Conjuga los tres tiempos verbales para que la esencia de la Mutua no se pierda por el camino y sus valores sigan siendo su sello distintivo y el cemento de la organización. Valores como la solidaridad, la transparencia, la prudencia, el diálogo o la proximidad al cliente están en la misma base del mutualismo y, sin duda, han permitido que la entidad perdure con el paso del tiempo. La solución radica en trabajar para que esos principios no queden en una mera declaración de intenciones, sino en ejemplos diarios de coherencia. 

Entre las claves que explican la longevidad del grupo hay que añadir también actitudes y aptitudes como la adaptación al cambio, la rentabilidad como garantía de futuro, una exhaustiva selección del riesgo y la búsqueda permanente de estrategias de diferenciación. Todas ellas han permitido a Mutuavenir conseguir ventajas competitivas para ser una entidad de referencia. 

La mezcla de estos factores, unida a la profesionalidad de los sucesivos equipos que han creado y desarrollado la Mutua en sus 111 años de vida, ha sido y será la mejor garantía de su continuidad.

jueves, 12 de mayo de 2016

Muhammad Yunus (1940-). Grameen Bank, el “banco de los pobres"

El post de hoy está dedicado a Muhammad Yunus, impulsor del emprendimiento social, los microcréditos y el Grameen Bank. Figura carismática, empresario atípico y economista laureado, Yunus ha centrado su vida profesional en mejorar la vida de los más pobres. Desde su centro de operaciones en Blangladesh, ha conseguido que su labor traspase fronteras y tenga un enorme impacto internacional. En 2006 Yunus y el Grameen Bank recibieron el Premio Nobel de la Paz.

De Bangladesh al mundo

Muhammad Yunus nació el 28 de junio de 1940 en un pequeño pueblo de Bangladesh. Fue el tercero de los nueve vástagos del matrimonio formado por Hazi Dula Mia Shoudagar, joyero de profesión, y Sufia Khatun. Cuando Muhammad contaba con cuatro años de edad la familia trasladó su domicilio a la ciudad de Chittagong, donde los hijos tenían más posibilidades de conseguir una buena educación.

Muhammad fue un joven inquieto e interesado por las actividades culturales. En 1957 comenzó sus estudios de Economía en la Universidad de Dacca. Ya graduado, inició su carrera profesional. Durante unos años fue probando en distintos campos: trabajó en la Universidad, fue asistente de investigación, abrió una fábrica empaquetadora… Pero el salto cualitativo en su vida llegó en 1965, con la concesión de una Beca Fullbright para realizar el doctorado en la Universidad de Vanderbilt, en Estados Unidos.



Muhammad Yunus en su juventud. Fuente: http://www.rmaf.org.ph


Concluidos sus estudios, Yunus se incorporó al ámbito docente norteamericano como profesor ayudante de Economía en la Universidad de Tennessee. Regresó a su país en 1972, tras la guerra de liberación que dio lugar al nacimiento de Bangladesh como estado independiente de Pakistán. Al poco tiempo pasó a ser director del Departamento de Economía de la Universidad de Chittagong.

Desde su atalaya académica, Yunus decidió buscar una solución para reducir la pobreza. Se trataba de un compromiso difícil de eludir en un país superpoblado que vivía por entonces una devastadora hambruna. Fue precisamente la disparidad entre los principios económicos que enseñaba en su cátedra y la amarga realidad que veía a su alrededor lo que le llevó a convertirse en un verdadero activista social.

Entre otras cosas, puso en marcha un Programa de Economía Rural para encontrar soluciones a los problemas del campo. También promovió un nuevo sistema de organización local llamado Gram Sarker, o gobierno del pueblo, que permitía a los ciudadanos participar en la toma de las decisiones que les afectaban.

Poco antes Yunus había promovido un concienzudo estudio de campo en una de las zonas más deprimidas de Jobra, muy cerca de la Universidad de Chittagong. Su contacto directo con las personas le permitió comprender la importancia que el crédito tenía en su vida, como agravante en la mayor parte de las ocasiones de situaciones de pobreza extrema. Excluidos de las entidades financieras por carecer de medios estables, los más pobres debían recurrir a prestamistas no oficiales que aplicaban tasas de interés claramente abusivas. Esta práctica no hacía más que complicar su situación de vulnerabilidad.

Yunus pensó entonces que los préstamos de cuantías muy pequeñas sin garantías de ningún tipo podían ayudar a los más pobres. Ello suponía ir en contra de ideas pasadas, que sostenían que las personas sin recursos no podían ahorrar, carecían de comportamientos mercantiles o no estaban interesadas en el cambio.



Muhammad Yunus mantiene un contacto directo con los más pobres. Fuente: http://www.neuronilla.com


Él mismo dejó 27 dólares a 43 mujeres de la zona, que necesitaban fondos para llevar a cabo tareas artesanales. Todas ellas cumplieron a tiempo con los requerimientos de devolución. Se demostró así que los pobres no solo se responsabilizaban de sus deudas, sino que además eran capaces de utilizar el dinero que se les prestaba en actividades lucrativas. La práctica del microcrédito permitió a Muhammad Yunus desterrar estereotipos sobre los comportamientos de los más pobres y desarrollar su obra más personal: el Grameen Bank.

El “Banco del Pueblo”


El origen del Grameen Bank, también conocido como “banco de los pobres”, se remonta a diciembre de 1976. Fue entonces cuando Yunus consiguió un empréstito del Banco Janata para, a su vez, prestar el dinero obtenido a los más desfavorecidos de Jobra. Con esta decisión pretendía dar oportunidades laborales a los numerosos pobres de la zona que no tenían trabajo e involucrarlos en una entidad que pudieran comprender y desarrollar por sí mismos. 

Inicialmente el banco operó como un proyecto piloto, aunque su rápido crecimiento le permitió actuar como una entidad estable a partir de octubre de 1983. Su nombre, Grameen Bank o “Banco del Pueblo”, no deja resquicios a la duda sobre cuál es su principal cometido. 

Su forma de actuar está basada en la confianza y en la fuerza de la palabra dada. Para recibir un préstamo es necesario formar parte de un grupo de cinco personas. Aunque la responsabilidad recae en cada individuo de manera aislada, el círculo actúa como mecanismo de control, puesto que el banco cancela los préstamos a los grupos en los que ha habido algún impago. La entidad financia el 100% de sus operaciones con fondos provenientes de sus depósitos.

Desde el Grameen Bank se fomenta el ahorro y se obliga a los prestatarios a guardar pequeñas cantidades de dinero para hacer frente a emergencias o a posibles contingencias que pudieran surgir. Los depósitos que se van consiguiendo se destinan a préstamos para personas necesitadas de otras aldeas.



Muhammad Yunus con algunas de las beneficiarias del Grameen Bank. Fuente: Grameen Bank Audio Visual Unit, 2006


Uno de sus principales logros es haber dado homogeneidad en el trato a hombres y mujeres. En una sociedad donde las disparidades entre unos y otros son evidentes, en claro detrimento del sexo femenino, esta apuesta por la igualdad ha resultado especialmente positiva. Las mujeres han demostrado un gran sentido de la responsabilidad y son muy constantes en el trabajo y en el pago. Prueba de ello es que el 97% de los prestatarios del Grameen Bank son madres de familia, que comparten con sus hijos los ingresos obtenidos.

Los beneficiarios de los préstamos tienen que suscribir además un compendio de buenas prácticas, conocido como las “16 decisiones”. Entre ellas figura el apoyo a la educación de los niños. Los prestatarios deben escolarizar a sus hijos y velar por su desarrollo. Medidas como esta tienen un efecto positivo en la vida de las personas y garantizan que, en el futuro, serán capaces de salir de la espiral de pobreza en la que han vivido durante generaciones.

Superada una etapa crítica producida por las inundaciones que afectaron a Bangladesh en 1998, el Grameen Bank inició un período continuado de crecimiento entre los años 2003 y 2007. La cuantía prestada desde su fundación asciende a 6,55 billones de dólares y el número total de prestatarios ronda los 7,34 millones. Por su parte, el índice de devolución de los préstamos es del 98,35%.

Los tipos de interés aplicados oscilan entre el 20%, con carácter decreciente, para los préstamos que generan ingresos y el 0% para los mendigos e indigentes. A mitad de ese largo trecho quedan el 8% de los préstamos de vivienda y el 5% de los créditos de estudios. El gobierno de Bangladesh ha fijado el tipo de interés de los programas de microcréditos desarrollados por el Estado en un 11% simple, que equivale a un 22% con aplicación a capital decreciente. El interés medio del “Banco del Pueblo” es, por tanto, menor que el estatal.

El Grameen Bank ha generado entidades semejantes en todo el mundo. Las microfinanzas se han convertido en una tendencia de carácter internacional, a la que también se han apuntado numerosas marcas de los países desarrollados.

El “Banco del Pueblo” participa además en la creación de negocios sociales. Para ello cuenta con un “laboratorio creativo”, cuya meta principal es sentar las bases de una nueva forma de hacer empresa que no pone énfasis en el propio interés, sino en el beneficio colectivo.

La actuación del Grameen Bank, sin embargo, no ha estado exenta de críticas. Para algunos expertos, la enorme extensión del microcrédito ha producido tensiones en varias comunidades por la presión para devolver los préstamos concedidos. Se habla incluso de varios casos de suicidio. Otros ponen el énfasis en la dificultad de medir adecuadamente el impacto real que los créditos tienen en la vida de las comunidades más pobres. Todos los grandes proyectos, y el Grameen Bank sin duda lo es, son difíciles de desarrollar y tienen importantes fortalezas y evidentes debilidades que hay que ir limando con la experiencia y el paso del tiempo.

El pensamiento de Muhammad Yunus

En el año 2006, Muhammad Yunus y el Grameen Bank recibieron el Premio Nobel de la Paz de manera conjunta. El creador y su obra fueron galardonados con una de las máximas distinciones que cualquier persona u organización puede conseguir en el mundo. Antes y después ha habido muchas otras más. Todas han enfatizado la labor social que Yunus ha realizado en Bangladesh y el impacto internacional que ha tenido su nueva forma de concebir las finanzas. No hay que olvidar tampoco su importante contribución intelectual al ámbito de la llamada “economía social”. No en vano, en 2008 fue elegido como el segundo pensador más importante en la lista de “Top 100 Public Intellectuals” de las revistas Prospect Magazine y Foreign Policy.



Muhammad Yunus recibió el Premio Nobel de la Paz en 2006. Fuente: http://www.compromisoempresarial.com


Las ideas de Yunus han quedado recogidas en dos libros: su biografía de 2006 The Banker of the Poor y Creating a World Without Poverty, de 2008. En su opinión, es necesario cambiar totalmente las reglas que rigen la relación económica entre ricos y pobres. La erradicación de la pobreza es el mayor reto que la humanidad tiene que afrontar, y es evidente que la economía de mercado ha fallado en la búsqueda de soluciones para encarar este enorme cometido.

Los gobiernos, por sí solos, tampoco pueden hacerlo. Basta con echar una mirada a la historia contemporánea para darse cuenta de ello. En este panorama emergen ONG de variada forma y condición que realizan una encomiable labor. Sin embargo, para Yunus su principal debilidad radica en que sus aportaciones funcionan como un goteo: cuando este cesa, también se recorta o desaparece la ayuda a los pobres. 

No hay que olvidar tampoco a los organismos multilaterales, como el Banco Mundial, que ponen énfasis en el crecimiento económico global de los países como medio para mejorar la vida de los más desfavorecidos. Se olvidan, no obstante, de que los hombres y mujeres que viven en situación de pobreza pueden ser actores de su propio futuro y contribuir a generar riqueza. Las personas sin recursos de los países en vías de desarrollo demuestran a diario una gran laboriosidad y una enorme creatividad para poder sobrevivir. La solución radica en aprovechar ese potencial para que ellas mismas guíen las riendas de su vida.


Logotipo del Grameen Bank. Fuente: http://www.grameen-info.org


Están asimismo las grandes empresas con programas activos de Responsabilidad Social Corporativa. Su contribución es muy destacable pero, por definición, estas compañías siguen teniendo como objetivo prioritario el logro de beneficios. Es necesario ir más allá. 

Yunus no aboga por romper con la economía de libre mercado. Muy al contrario, propone integrar a los pobres en su estructura a través de lo que él denomina “empresas sociales”. Se trata de negocios competitivos, que funcionan como cualquier otro, pero que no tienen como objetivo primordial la ganancia personal o el reparto de dividendos. Si lo desean, sus dueños pueden recuperar su aportación o reinvertirla en cualquier otro destino, aunque su principal motivación no será pecuniaria sino ética: la satisfacción de haber alcanzado los objetivos sociales marcados. Los beneficios económicos conseguidos permanecen en la propia empresa como garantía de sostenibilidad. 

No se trata de ninguna utopía, sino de un proyecto real que Muhammad Yunus está contribuyendo a crear con el apoyo de varios empresarios y capitalistas. Aunque el camino que queda por recorrer es largo y duro, la senda a seguir ya está marcada. No hay más que ver la importancia que la economía social ha adquirido, también en los países desarrollados, a raíz de la crisis financiera que ha afectado a las economías occidentales en los últimos ocho años.

Reflexiones finales

Muhammad Yunus ha pasado a la historia por asumir en sus manos la ingente tarea de terminar con la pobreza en el mundo. Y lo ha hecho con conocimiento de causa, experiencia y mucho sentido común. Al contrario que otros activistas, no ha planteado grandes rupturas, sino pequeños y estratégicos cambios en las estructuras que ya existen. Lo más importante es modificar la mirada hacia los pobres; no verlos como sujetos pasivos, perceptores de subsidios y ayudas, sino como personas con capacidad de decisión y energía para salir adelante. 

Las microfinanzas y las empresas sociales son sus dos mejores contribuciones y el Grameen Bank su obra más personal. Alejado desde 2011 de la cúpula de esta entidad, probablemente por razones políticas, Muhammad Yunus dirige en la actualidad el centro que lleva su nombre. Desde este organismo continúa investigando y promoviendo las bases de una economía mundial mucho más inclusiva.